La creación de una Marca Personal no debe estar precedida de unas meras ganas de tener algún reconocimiento, ya
que toda alta notoriedad tiene su precio (la fama no siempre es buena; no lo será, por lo menos, mientras no se
obtenga con un fin específico, mientras no haga parte de un plan).
En la creación de tu Marca Personal debe haber un ejercicio de conceptualización que te permita
concretar en palabras sencillas en qué radica tu “ventaja comparativa”, incluso
si no quieres hacerte a una marca con propósitos comerciales o profesionales.
Tuve el gusto de acompañar el diseño la marca de una mujer joven que se
había casado con un señor mayor, perteneciente a un grupo sociocultural más alto que el suyo. Cuando le pregunté para
qué me había buscado, me sorprendió positivamente la contundencia de su
respuesta: “Sé que soy una vieja buena,
sé lo que estoy haciendo y lo que quiero es ser tomada en serio en los cocteles
a los que voy con mi marido”.
Excelente comienzo para nuestra relación.
(Durante mi ejercicio como abogado siempre tuve una inclinación natural
hacia los casos de las personas que tenían claros sus antecedentes, el
propósito de su consulta y su intención. Les aseguro que me encantaría poder
contar más…).
Volviendo a lo que nos convoca, lo que quiero ilustrar con la enunciación del
caso de la señora que me dijo que su propósito era ser tomada en serio en los
cocteles de la sociedad capitalina, es que el
nacimiento de tu Marca Personal tiene que tener una clarísima intención.
Para empezar, selecciona una o máximo dos cosas por las que quieres ser
recordado. Como estamos haciendo el ejercicio entre personas normales, de la vida real, como tú o como yo, los objetivos
primarios serán, así mismo, sencillos: que los demás (i) te asocien automáticamente
con algo específico (una actividad, una cualidad
–ese también puede ser el propósito, como la señora del ejemplo, que no
tenía un interés empresarial-) y (ii) que cuando no estés, te recomienden.
Listo.
Ten en cuenta que al diseñar tu Marca Personal debes hacer gran énfasis en lo que haces, en
aquello en que te destacas por ser mejor
que otros que hacen lo mismo (ahí radica tu ventaja
comparativa). El énfasis deberá estar, pues, en tu actividad más que en ti
mismo. Para efectos del funcionamiento de tu Marca, tú vendrás siendo el
vehículo que revista de atributos humanos a esa actividad que desarrollas tan
bien (ser un excelente cerrajero, un excelente abogado tributarista, una
excelente anfitriona, una excelente pareja de baile, una excelente relacionista
pública, un excelente conversador, etc.).
¿Viste que usé seis veces la
palabra “excelente” y ninguna vez “El Mejor”? Eso
obedece a que no me sentiría cómoda aconsejándote que te desvivas por ser El Mejor
en nada. Ni siquiera en eso de lo que derivas tu sustento. Ser excelente es más funcional y nada
resignado.
La experiencia me ha demostrado
que es mucho más inteligente (¡y qué decir de “eficiente”!) apostarle a la excelencia, que es un nivel
perfectamente alcanzable, teniendo en cuenta que el parámetro de comparación eres tú mismo y el combustible es tu propio
nivel de compromiso; mientras que si te embarcas en el torbellino de ser El Mejor, el parámetro serán todos los
demás millones de seres humanos que están en la misma franja y la motivación
será una de dos: el miedo a no lograrlo
o la competencia descarnada con tus millones de rivales. Este es un método
válido, que sin lugar a dudas funciona (todos los días vemos gente a la que le
funciona), pero que yo no recomendaría nunca porque me parece que te aparta
peligrosamente de la posibilidad de vivir una vida “feliz” (y teniendo en
cuenta que sólo tenemos una vida, sinceramente no entiendo por qué no apostarle
a pasarla bien).
¿Por qué el ideal de ser El Mejor se opone a la vida feliz? Porque no
admite niveles “muy buenos” de talento, sino que se desarrolla bajo la dinámica
del Todo o Nada, que no tiene
sentido. Siendo excelente en aquello
que te gusta hacer puedes cubrir perfectamente el 100% de la necesidad de la
gente que requiera tu servicio (o la gente con la que quieras compartir tus
cualidades) con un altísimo nivel de satisfacción de parte y parte.
¿Cómo ser realmente muy bueno en lo que haces? Siendo muy diligente en cultivar tu talento
natural hasta hacer de éste una verdadera destreza, con trabajo duro y
focalizado en potencializar las habilidades con las que naciste y que
probablemente hasta ahora sólo venías asumiendo como algo que se te facilita hacer pero nada más. Reviste de
profesionalismo y maestría ese don que te distingue: durante el proceso la
diversión está garantizada y los réditos llegarán en el momento justo.
“No trates de empujar el río”.
Concéntrate en lo tuyo dando lo mejor de
ti, asume los eventuales fracasos como poderosas experiencias íntimas de
aprendizaje y la vida se encarga del resto. Ah, y vive un día a la vez: eso es
suficiente (y gratificante).