miércoles, 21 de noviembre de 2012

¡Antes de crear una Marca Personal, lee esto!



La creación de una Marca Personal no debe estar precedida de unas meras ganas de tener algún reconocimiento, ya que toda alta notoriedad tiene su precio (la fama no siempre es buena; no lo será, por lo menos, mientras no se obtenga con un fin específico, mientras no haga parte de un plan).

En la creación de tu Marca Personal debe haber un ejercicio de conceptualización que te permita concretar en palabras sencillas en qué radica tu “ventaja comparativa”, incluso si no quieres hacerte a una marca con propósitos comerciales o profesionales.

Tuve el gusto de acompañar el diseño la marca de una mujer joven que se había casado con un señor mayor, perteneciente a un grupo sociocultural más alto que el suyo. Cuando le pregunté para qué me había buscado, me sorprendió positivamente la contundencia de su respuesta: “Sé que soy una vieja buena, sé lo que estoy haciendo y lo que quiero es ser tomada en serio en los cocteles a los que voy con mi marido”.

Excelente comienzo para nuestra relación.

(Durante mi ejercicio como abogado siempre tuve una inclinación natural hacia los casos de las personas que tenían claros sus antecedentes, el propósito de su consulta y su intención. Les aseguro que me encantaría poder contar más…).

Volviendo a lo que nos convoca, lo que quiero ilustrar con la enunciación del caso de la señora que me dijo que su propósito era ser tomada en serio en los cocteles de la sociedad capitalina, es que el nacimiento de tu Marca Personal tiene que tener una clarísima intención.

Para empezar, selecciona una o máximo dos cosas por las que quieres ser recordado. Como estamos haciendo el ejercicio entre personas normales, de la vida real, como tú o como yo, los objetivos primarios serán, así mismo, sencillos: que los demás (i) te asocien automáticamente con algo específico (una actividad, una cualidad –ese también puede ser el propósito, como la señora del ejemplo, que no tenía un interés empresarial-) y (ii) que cuando no estés, te recomienden. Listo.

Ten en cuenta que al diseñar tu Marca Personal debes hacer gran énfasis en lo que haces, en aquello en que te destacas por ser mejor que otros que hacen lo mismo (ahí radica tu ventaja comparativa). El énfasis deberá estar, pues, en tu actividad más que en ti mismo. Para efectos del funcionamiento de tu Marca, tú vendrás siendo el vehículo que revista de atributos humanos a esa actividad que desarrollas tan bien (ser un excelente cerrajero, un excelente abogado tributarista, una excelente anfitriona, una excelente pareja de baile, una excelente relacionista pública, un excelente conversador, etc.).

¿Viste que usé seis veces la palabra  “excelente”  y ninguna vez  “El Mejor”?  Eso obedece a que no me sentiría cómoda aconsejándote que te desvivas por ser El Mejor en nada. Ni siquiera en eso de lo que derivas tu sustento. Ser excelente es más funcional y nada resignado.

La experiencia me ha demostrado que es mucho más inteligente (¡y qué decir de “eficiente”!) apostarle a la excelencia, que es un nivel perfectamente alcanzable, teniendo en cuenta que el parámetro de comparación eres tú mismo y el combustible es tu propio nivel de compromiso; mientras que si te embarcas en el torbellino de ser El Mejor, el parámetro serán todos los demás millones de seres humanos que están en la misma franja y la motivación será una de dos: el miedo a no lograrlo o la competencia descarnada con tus millones de rivales. Este es un método válido, que sin lugar a dudas funciona (todos los días vemos gente a la que le funciona), pero que yo no recomendaría nunca porque me parece que te aparta peligrosamente de la posibilidad de vivir una vida “feliz” (y teniendo en cuenta que sólo tenemos una vida, sinceramente no entiendo por qué no apostarle a pasarla bien).

¿Por qué el ideal de ser El Mejor se opone a la vida feliz? Porque no admite niveles “muy buenos” de talento, sino que se desarrolla bajo la dinámica del Todo o Nada, que no tiene sentido. Siendo excelente en aquello que te gusta hacer puedes cubrir perfectamente el 100% de la necesidad de la gente que requiera tu servicio (o la gente con la que quieras compartir tus cualidades) con un altísimo nivel de satisfacción de parte y parte.

¿Cómo ser realmente muy bueno en lo que haces? Siendo muy diligente en cultivar tu talento natural hasta hacer de éste una verdadera destreza, con trabajo duro y focalizado en potencializar las habilidades con las que naciste y que probablemente hasta ahora sólo venías asumiendo como algo que se te facilita hacer pero nada más. Reviste de profesionalismo y maestría ese don que te distingue: durante el proceso la diversión está garantizada y los réditos llegarán en el momento justo.

No trates de empujar el río”. Concéntrate en lo tuyo dando lo mejor de ti, asume los eventuales fracasos como poderosas experiencias íntimas de aprendizaje y la vida se encarga del resto. Ah, y vive un día a la vez: eso es suficiente (y gratificante).


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Las Marcas Personales de éxito sostenido tienen algo en común: ¡espontaneidad!






Mi pasión profesional está conformada por dos temas: la Felicidad y la Marca Personal (la imagen, el lenguaje corporal, los valores, las actitudes, la motivación).

Aunque a simple vista pareciera que una cosa no tiene nada que ver con la otra, por ser la primera tan espiritual y la segunda tan comercial (o superficial, si se quiere), resulta que en la práctica tienen todo que ver: ninguna funciona bien sin la otra.

Cuando hablo de Felicidad (así, con efe mayúscula), no me refiero a que por tener una imagen que en conjunto estimula y engancha a las personas de tu interés, tu vida se vuelva automáticamente “perfecta”.

Eso no existe. Eso no va a pasar.

De acuerdo con eso, el propósito no puede ser que vivas siempre sonriendo, en el top de la alegría, ni que estar en tu oficina sea tan divertido como trabajar en Disneylandia o en Google. Cuando digo Felicidad, quiero resumir una vida “bastante buena”, con momentos difíciles que se aceptan y se superan; con metas altas pero realizables: me refiero a la Felicidad en los casos de la vida real.

Y precisamente analizando cómo hace la gente que en la vida real (en sus negocios, en sus casas, en sus escuelas, en sus matrimonios) es feliz, he encontrado un patrón que se repite en la mayoría: las personas más felices empezaron por obligarse (auto observándose antes de actuar); luego por permitirse ser espontáneas hasta que se volvieron habitualmente espontáneas.

Lo que te propongo en el día de hoy (sabes que se puede llevar hasta la fuente, pero no se puede beber por otro; por eso es sólo una propuesta) es que comiences a dotar las ideas que preceden tus acciones de una grandísima dosis de espontaneidad.

¿Y eso cómo se hace? Para empezar, deja de hacer las cosas buscando algún beneficio o efecto colateral. Comienza a actuar porque sinceramente te nace hacer algo. Entre otras, vas a ver que tus preconceptos de “bueno” y “malo” comienzan a tambalear.

Cuando te comportas de manera espontánea, sin estar calculando todo el tiempo qué beneficio te puede traer lo que haces (ser honrado, relacionarte con alguien, sonreír, ayudar, no decir mentiras, ser amable, comer algo, hacer un cumplido, no quedarte con lo ajeno, etc.), ganas un grandísimo poder personal: dejas de ser presa del destino porque vives permanentemente escogiendo lo que quieres hacer; tu felicidad deja de ser el rehén (deja de depender) de que la persona favorecida con tu acción tenga una muestra de gratitud contigo y dejas de obsesionarte con que las cosas tengan el efecto que te gustaría que tuvieran.

Si vas por la vida haciendo o dando cosas para obtener la recompensa de quien las recibió, vas a ir arrastrando un saco de frustraciones porque vas a estar esperando recompensas que, según tus creencias, sean equivalentes a cada acción "buena" que tuviste.

Métete en la cabeza que la recompensa por tus acciones no es automática ni es obvia: en la dinámica de este intercambio no recibes un pan a cambio de un pan. Eso se logra con los contratos; no más.

Ponte a pensar: ahora mismo estás gozando de muchas cosas buenas que, si te fijas, podrían no tener explicación aparente. La vida se manifiesta de muchas maneras. Abre tu mente y tu corazón en disposición a lo "inesperado" y sigue actuando por mera convicción. Le funciona a la gente más feliz.

Sé espontáneo. Atrae con tu coherencia. No juzgues, no critiques. Eso es lo que depende de ti. Para el resto, confía en el destino.

La vida sabe lo que tiene en mente 
                                                           -Neale Donald Walsch.


Imagen: Bokelberg

jueves, 8 de noviembre de 2012

La crueldad de los falsos paradigmas







Si Barbie existiera no podría tenerse en pie porque sus piernas y su tronco no son proporcionales.

Cuidado con los falsos paradigmas; los hay de todas las clases. Todo el tiempo nos bombardean con ideas inalcanzables de belleza, de éxito, de vida 500% feliz

La crueldad en la fantasía de los medios y las firmas publicitarias no tiene límites.

¿Quién dijo que sólo hay una forma de hacer las cosas? Si eso fuera así, no habría tantos abogados millonarios ejerciendo el derecho de marcas y patentes.

Claro: la experiencia ajena es valiosa. Analiza modelos que te parezcan exitosos de belleza, de desempeño profesional, de vida familiar, etc., y usa lo que te aproveche y lo que puedas implementar con disciplina y con un esfuerzo racional.

Y cuídate del oportunista que hay frente a cada aspecto débil del ser humano.

Cada vez que alguien quiera imponerte una solución, haciéndote creer que tienes que ser (hacer, pensar, vivir, trabajar, soñar) de una única forma, desconfía: el mundo es más grande que la casa de Barbie (y que muchos otros lugares que frecuentamos en la vida real en busca de orientación).


Imagen: So bad, so good & Roseano

martes, 6 de noviembre de 2012

“Si expones, te expones”: crea tu marca personal





Si expones, te expones”, me dijo hace un par de meses Carlos Andrés Peñas, el psicólogo más brillante que conozco y con quien tengo el privilegio de conversar algunas veces.

El sólo hecho de estar vivos nos hace ubicables en el radar de las demás personas e instituciones y, ante esa verdad incontestable, tienes dos opciones: creas tu marca personal o los demás te la crean. Punto.

Como los seres humanos tenemos una fuerte tendencia a ser gregarios, muchos de nosotros, en la edad adulta, pensamos que por el hecho de haber conseguido un título profesional o un trabajo en una empresa, ese status laboral es todo lo que necesitamos para tener una marca personal y no es así. No puedes permitir que tu identidad esté definida por algo que no sabes cuánto va a durar, como tener un cargo o una profesión.

La marca personal es un concepto que entraña la cuestión de considerarte a ti mismo como un producto (en un sentido humano e indulgente del término; no de mercantilismo recalcitrante). Por lo tanto, tu marca debe ser cuidadosamente diseñada, eficazmente transmitida y celosamente protegida (cuidada, evitando salidas en falso innecesarias).

Hace pocas semanas fui invitada a una reunión informal de domingo en la terraza de un amigo. Yo no conocía a nadie, así que fui, uno por uno, saludando a todos los que estaban ahí (unas quince personas) y hubo una presentación que me pareció inolvidable, de lo puro triste, por figurárseme propia de las aves de corto vuelo: “Hola. Verónica, ¡de la Supersociedades!”.

Caray…

Verónica, quien por supuesto no se llama Verónica ni trabaja en esa entidad, pero sí se presentó exactamente así, es un ejemplo fugaz de lo urgente que es tener una identidad propia, que prescinda de cualquier factor externo para ser definida; que sólo dependa de ti mismo y de tus capacidades. ¿Qué pasa si eres Verónica y te despiden de esa superintendencia?, ¿qué pasa si lo único que consideras relevante en tu trayectoria es tu título de ingeniero y resulta que un día ya no quieres ser más ingeniero? Ya vamos viendo que las marcas exitosas se construyen a partir de las personas y no de lo que tienen o de lo que hacen, porque una y otra cosa son, apenas, circunstanciales.

La creación de una marca propia no es un proceso exclusivo de quienes se encuentran en el mercado laboral o de los emprendedores. Por el contrario, las marcas personales más sofisticadas (en el sentido de complejas, refinadas) que conozco corresponden a esposas que se han profesionalizado en el arte de disparar la imagen de su esposo, claro, por el beneficio colateral que les toca.

(Mi profesor de Eficiencia del Gasto Público en la Facultad de Derecho nos dijo el primer día de clase: “señores, les voy a revelar la regla fundamental de la macroeconomía: no hay almuerzo gratis”. Estas esposas de las que les hablo aplican esa regla todo el tiempo; tooodo el tiempo. “Nada personal; son negocios”, supongo).

De otra parte, debes saber que el hecho de contar con una marca personal sólida no tendrá por efecto que en la firma para la que trabajas lleguen a considerarte indispensable. Por el contrario, una excesiva notoriedad puede determinar el fin de tu ciclo en esa empresa… pero el inicio de otras cosas más interesantes, si tienes un plan serio detrás de tu imagen.

Para empezar a construir la tuya, hazte una pregunta muy simple (pero no por eso menos importante; en realidad, será el eje de todo lo que hablemos de aquí en adelante):

¿Por qué querría la gente hacer negocios contigo?

¿Necesitas un poco de ayuda? Aquí va una clave para encauzar tu respuesta y hacerla más efectiva: (i) La gente hace negocios con las personas que les agradan, (ii) de las que consideran saber lo suficiente (personas que conocen) y (iii) en las que confían o sienten que pueden confiar.