Los seres humanos tenemos, como parte definitiva de la esencia de lo que
somos, la vocación de trascender; de
ahí que la sola idea de “cambio”, de “cambiar”, llame tan poderosamente nuestra
atención, incluso si nunca hemos hecho una modificación significativa en
nuestras vidas.
Esa sola curiosidad ya es bastante indicativa de la chispa vital que hay dentro de nosotros; es una pequeña
manifestación de una energía muy poderosa que podemos usar para comenzar a
tener la vida plena que queremos, ya que de esa energía es que estamos hechos.
La energía de la que te hablo es, en efecto, muy poderosa, y puede ser
usada a tu favor, siempre y cuando sepas cómo activarla para que te sirva como motor en la implementación de cualquier
cambio que quieras hacer. El método para ponerla a funcionar es realmente
sencillo, aunque mucha gente se pasa su vida sin entender de qué se trataba:
tienes que encontrar dentro de ti la
razón correcta para comenzar a moverte hacia la meta que quieres alcanzar.
Y ¿cómo sabrás que la razón que estás contemplando es la correcta para ti? Una razón es verdadera y constituye un motivo adecuado para cambiar cuando te ilusiona porque te muestra y te conduce hacia una versión mejor o
más evolucionada de ti mismo.
Por el contrario, una razón para cambiar es equivocada cuando te lastima recordándote algo que ya no quieres ser o cuando te maltrata comparándote con alguien más o, bien,
cuando te asfixia haciéndote perseguir ideales
imposibles.
Para explicar más fácilmente a qué me refiero, voy a usar algunos ejemplos
de la vida real, empezando por compartirles mi propia experiencia (por regla
general he ensayado antes en mí misma los conocimientos y las herramientas de
las que hablo), para continuar con otros dos casos que he acompañado desde mi oficina.
1. Parecía que ninguna dieta iba a funcionar
Fue mi historia (y la de varias mujeres que conozco), haber intentado
fallidamente hacer dietas para perder peso muchas veces en la vida.
¿La razón del fracaso? Obrábamos por las razones equivocadas. Todos tenemos
dentro de la cabeza una vocecita que
nos habla todo el tiempo, ¿verdad? (“haz
esto”, “di aquello”, “vámonos ya de aquí”, “qué pereza esta señora”, etc.). El
problema se crea cuando dejamos que esa vocecita tome el control de
nuestras vidas y ésta comienza a enviarnos mensajes falsos y autodestructivos
todo el tiempo, todos los días.
Así, ante lo insoportable que es oír a cada rato “estás feísima”, “nada te
queda bien”, “te ves horrible”,
la única opción que quedaba para tratar de sentirse mejor era, obviamente,
intentar cada vez una nueva dieta. El problema es que si la motivación misma,
que está dentro de ti, es a la vez el agente que te destruye, invariablemente
vas a llegar al punto en que todas las dietas alrededor del mundo, ensayadas en
hombres y mujeres, fracasan: “el que me
va a querer, que me quiera así”, “para
qué me pongo con estos esfuerzos si a la larga da igual”, “en últimas soy un gordito simpático”,
etc.
En mi caso puedo decir que la tendencia cambió el día que me cansé de oír
esos mensajes negativos, los rechacé decididamente y pensé “esta vez lo voy a intentar para estar más
bonita; para poder usar las cosas lindas que veo en las vitrinas de
los almacenes”. Listo: esa fue la fórmula mágica. Por fin había acometido
un plan con una motivación constructiva y esa fue la vez que el experimento finalmente
funcionó.
2. Vengarse tampoco es una motivación buena
El aspecto de Santiago, para
describirlo en una sola palabra, era el prototípico del “nerd”. Como ocurre en
la mayoría de esos casos, Santiago no hacía parte de los muchachos populares de
su universidad; no era de los que salen con las niñas más lindas, etc. Nada. La
única forma de reconocimiento que lograba era que lo criticaran por como se
veía, porque no salía, porque parecía estar siempre estudiando sin tener una
vida más allá de los libros…
Llegó el día en que Santiago se cansó y decidió hacer un cambio extremo en
su guardarropa. Y el plan era bastante más complejo: no sólo cambió su ropa
sino también su actitud, su postura corporal, todo. Me contaba que cada mañana
frente al clóset recordaba a sus compañeros burlándose de él y de esa rabia sacaba la energía para
escoger lo que se ponía cada día. Digamos que verse a la moda sería su venganza.
¿Cuál fue el efecto? Ninguno. Bueno, sí, uno: algunos compañeros se
burlaron todavía más de él. ¿Qué estaba mal? La motivación, claramente. No es
posible alcanzar el bienestar emocional si lo que te anima es un resentimiento
hacia las personas que te han hecho sentir mal, aunque la rabia también sea en
el fondo una manifestación de energía (el corazón late incluso tan fuerte como
cuando estás muy feliz). En el caso de Santiago el proyecto de cambio sólo le funcionó
cuando se animó a hacer la cosa al derecho: (i) conocerse, (ii) aceptarse,
(iii) quererse (mucho) y, ahí sí,
llevar a cabo los planes de cambio que deseaba, sólo que esta vez movido por el
empeño de ser una mejor versión de sí
mismo y no por la obsesión de vengarse y, a pesar de eso, pretender ser
aceptado.
3. “Cambio para que me quieras”
De todas las razones equivocadas que existen en la Tierra para cambiar,
ésta es tal vez la más peligrosa.
Lucía, que era una mujer lindísima, muy inteligente y
con muchas cualidades, tenía el hábito negativo de abusar del alcohol.
Precisamente en una de sus fiestas conoció a Andrés, un señor fuera de serie de quien se enamoró profundamente.
Como era de esperarse, Andrés censuraba enérgicamente el alcoholismo de
Lucía y ella, que era muy inteligente, entendió que si no cambiaba (además se
trataba de un cambio altamente conveniente; era un “gana-gana”: Andrés + vida
sana), lo perdería. Fue así como, animada por
su amor a Andrés, Lucía comenzó un tratamiento para superar la adicción.
Evidentemente la motivación de Lucía, aunque a simple vista parecía no sólo
inofensiva sino hasta bonita (por lo sublime del sentimiento), fue la razón por
la que un tiempo después retomó su mal hábito, pero todavía con más fuerza
corrosiva.
¿Qué pasó? Lo que era de esperarse: es imposible
pretender constituir una escritura de propiedad sobre la vida y los
sentimientos de alguien y Andrés conoció a otra persona que, al contrario de lo
que pasaba con Lucía, tenía un estilo de vida muy saludable. Cuando Lucía comenzó
su proyecto de cambio para que Andrés la
quisiera, lo revistió de un
grandísimo poder sobre ella, al punto que su salud y su vida dependían prácticamente de que él le
mantuviera viva una ilusión.
Error, error, error. Las cosas externas
a ti que te hacen feliz, te crean una dependencia que se alimenta con una
dinámica demencial: “ok, hasta aquí te
hice feliz, pero no olvides que también puedo hacerte infeliz”.
Actualmente Lucía no ha terminado
de superar su adicción, pero se encuentra más o menos estable, mientras re-hace
desde el principio y al derecho su
proceso curativo por las razones adecuadas: el amor por ella misma, su salud y
su vida.
La invitación de esta semana es a hacer una pequeña introspección (sí: ¡mirar en dirección al ombligo!) para determinar
si estamos actuando por las razones adecuadas o si, por el contrario, no
estamos haciendo más que desperdiciar nuestra energía en esfuerzos
inconducentes que a la larga sólo nos dejarán exhaustos y derrotados.
Este puede ser un buen momento para comenzar a movernos como es.
¿Por qué no?